Existe
vestido de diversos ropajes:
El
cómplice
El
enojado
El
indiferente
Y
el más bello el del alma!
El
cómplice se da entre dos almas que se compenetran de tal modo que las palabras
sobran, se hablan las manos enlazadas, los ojos que se buscan, una expresión
corporal.
Existe
en el amor de pareja, en la relación parental, entre amigos de la vida.
El
enojado es, como se habría dicho en mis tiempos, “amurrado” porque se pronunció
una palabra demás, porque se faltó a la verdad, porque no se dio lo esperado, o
simplemente porque se pensó qué…
Este
es para mí una reacción infantil.
El
indiferente es aquél que pega en el corazón, te hablo no pareces oír, te
escribo no me respondes, te llamo no coges el teléfono. O sea…no existo para el
indiferente.
Es
una agresión psicológica la del silencio de esta clase. Y por dignidad debes
alejarte del “mudo”
Y vamos al que es bello, el silencio del alma,
es ese que se vive con uno mismo, el que permite escuchar a tu voz interna, a
los estremecimientos de tu flujo sanguíneo, a los latidos de tu corazón, a tus
pensamientos secretos que son tu tesoro.
Y
te descubres hablando con tu yo superior, en un léxico que es distinto, una
manera de expresar que no se puede poner en palabras porque todas serían
insuficientes.
En
el silencio elaboras sueños, ilusiones y trazas el camino para ir por ellos.
Muchas
personas buscan en ese silencio su máxima concentración, y creo es el que se
usa para meditar (cosa que confieso no me es dado hacer)
Ese
silencio del alma es tu jardín oculto, es tu espacio personal.
La
palabra puede mostrar mucho, pero ¿es la realidad del que habla?
Normalmente
se habla regido por las normas de buenas costumbres, por lo que es correcto
decir y mostrar para ser aceptado.
Luego
vive tus silencios del alma y disfrútalos, aprende de ellos a reconocerte como
alguien único, digno o digna de admiración, diáfano, real, total en tu esencia.
Pide,
espera, que tu pareja y tú, juntos abran el cofre del tesoro del silencio, para
que compartan desde su interior su real ser, sus vivencias, sus lágrimas y
risas, sin interrumpirse con palabras, solo mirándose a los ojos, desde sus
almas.
Hay
momentos en que el silencio es la más elocuente comunicación!
Amo
el silencio del alma!
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