En los cuentos de hadas, ogros, brujas malvadas, príncipes encantados y otros elementos por el
estilo, hay un simbolismo que se vincula con el escondido mundo de lo
para-normal.
Casi todos llevan implícitas pruebas iniciáticas de antiguas
hermandades. Por ejemplo Blanca Nieves en conexión con el número 7, el número
sagrado y perfecto en la antigüedad. Los 7 enanos
son justamente los gnomos, contraparte espiritual de los minerales a los que
aluden todas las añejas enseñanzas populares y esotéricas. Hay un aleccionante
texto de Paracelso, relacionado con estos inocentes obreros subterráneos que
toman la forma de diminutos ancianitos.
Recordemos
que entre los egipcios y los griegos, entre los pitagóricos y todos los
cultores del profundo simbolismo de los números, el siete fue altamente
significativo. No por casualidad se habla de siete planetas astrológicos, de
siete metales alquímicos, de siete cuerpos de la anatomía oculta del ser
humano, de siete cosmos en referencia al macrocosmos, siete colores del
arcoíris, siete notas musicales y que sean siete los días de la semana.
La Bella Durmiente fusiona con el 12 y 13, encontramos
que en el reino del padre de esa niña recién nacida eran trece las hadas, y sin
embargo se invita sólo a doce, y la treceava resulta el hada fatídica. En esto
hay una profunda significación esotérica, que va mucho más allá de la popular
superstición con el número 13, pues el 13 en numerología profunda es un número
positivo vinculado al cambio espiritual y hace mención al año lunar de 13 meses
de 28 días con uno que es el día del descanso. En cuanto a que se invite a doce
a la fiesta: podemos asociar esto con los doce apóstoles, sin olvidar al
Maestro que hace el 13; los doce dioses olímpicos en Grecia, los doce signos
astrológicos que en la antigüedad eran 13; los doce pares de Francia que secundaban
a Carlomagno, rey que hacía el 13; al igual que los doce caballeros que
acompañaron al Rey Arturo en la mística aventura de la Tabla Redonda, las doce
horas de Apolonio de Tyana. El 12 aparece en muy diferentes culturas como
número clave. Las hadas de éste y otros cuentos tradicionales no son meramente
personajes de fantasía, sino que se corresponden con criaturas de otras
dimensiones a las que han hecho referencia muchos clarividentes. Estos seres
vivirían en otro plano, más sutil, y tendrían justamente la misión de ayudar a
los seres humanos. Once de las hadas le ofrecen a la niña diversos dones, como
virtud, belleza, riquezas, etc.; la número 13 —ofendida por no haber sido
invitada al bautismo— maldice a la recién nacida pronosticando su muerte a los
quince años; a su vez, el hada número 12, que aún no se había manifestado,
aminora esto diciendo que solo será un sueño de cien años. Vemos claramente,
haciendo "otra" lectura distinta, el trabajo que los Señores del
Destino realizan antes de cada nacimiento, balanceando los méritos o deméritos
de quien va a nacer y marcando su suerte.
El sueño de la bella durmiente, y el sueño
en que caen todos los habitantes del reino, es desde otro punto de vista ese
"dormir" en vigilia que para algunos autores esoteristas es la
condición actual del ser humano. Una zarza enorme cubre el palacio y a los
durmientes, lo que puede evocar la zarza ardiente que encontró Moisés en el
desierto, y alude a la necesidad de ciertos conocimientos para lograr despertar
realmente la conciencia.
Hay elementos que se reiteran, como la
presencia del príncipe y la princesa; uno de ellos o ambos han sido encantados,
y el amor los libera. El casamiento final alude a la "boda química"
de los antiguos alquimistas, y a la unión del alma humana y el espíritu
presente en todas las antiguas enseñanzas. Los cuentos comienzan en general con
la expresión "Erase una vez..." lo que hace referencia a que
se trata de algo que puede volver a suceder una y otra vez, en diferentes
casos, lo que está vinculado a la ley de Recurrencia y también a la ley cósmica
del Eterno Retorno. Y suelen culminar los relatos con una frase harto
sugestiva: " y si no han muerto desde entonces, ellos están todavía
vivos". Se podría por ejemplo decir que el viejo rey, que muchas veces
aparece, es tal vez la Eterna Conciencia, el Anciano de los Días de los cabalistas.
Hay cuentos que han sido cambiados para
darles un tono mágico y sin crueldades, por ejemplo La Cenicienta. En este
cuento el padre no está ausente, simplemente evita favorecer a su hija y apoya
a las hermanastras, que no sean nada de feas pero sí de corazón negro, aquí es
necesario hacer notar el sentido
alegórico, e interpretar que ese padre equivale al Ser interior de cada uno,
nuestra Conciencia más profunda en otros términos. Desde la perspectiva
religiosa: ese Dios que en muchos casos resulta duro, pero que en definitiva
actúa como el perro pastor que muerde a las ovejas para que no se desvíen de la
buena ruta y se precipiten en un barranco.
Las palomas y otras aves ayudan a
Cenicienta a separar el grano para poder ir al baile. Esto nos habla de otra
realidad oculta: la relación que puede darse entre un alma pura y esas
"ánimas" que son la parte espiritual de los animales.
Por tres veces Cenicienta baila con el
príncipe, y al llegar la noche (no la medianoche, que es algo que agregaron
versiones posteriores) se escapa para no ser reconocida. El número 3, la acción
realizada por tres veces, es un elemento también constante en este tipo de
historias tradicionales. Vale recordar el profundo sentido del 3 que es el
número sagrado en primer lugar, la trinidad perfecta; representa además la
trinidad pagana. Geométricamente es el triángulo en todas sus formas, la
pirámide espiritual de base 3 y el tercer ojo. Culminando con la peripecia de
Cenicienta, la muchacha apela a su madre difunta; acude a su tumba a la hora de
la imposibilidad, y es allí donde aparece la solución. Aquí percibimos dos
elementos de inusitada hondura: el aspecto maternal-espiritual, simbolizado en
el catolicismo por la Virgen María, que puede prestar ayuda a quien transita un
camino de búsqueda trascendente; pero también está la tumba, o sea
—herméticamente hablando— la "muerte que nos da vida".
No se muestra, en la versión idealizada,
cómo las aves amigas de Cenicienta castigan a las hermanastras, dando la imagen
de la Ley de Acción y Reacción, evitan también contar que las hermanas se
cortan los dedos para ponerse el zapato que nunca fueron de cristal, otra cosa
que no existe en el relato original son los ratones y la calabaza.
Un elemento reiterado es la orfandad de la
protagonista, especialmente remarcada por la ausencia de la madre que es el seno
protector y ese lugar ocupado por una madrastra malvada -,la madrastra es una
mala madre, y analógicamente la vida puede ser una dura madrastra cuando no
logramos una adecuada relación con ella,- hechicera como en el caso de Blanca
Nieves de la “mano izquierda” que se puede transformar en distintas
apariencias. Usa con fines oscuros el portal mágico de su espejo.